París fue probablemente fundada por los galos que crearon un pequeño centro urbano sobre la margen izquierda del Sena. Con el nombre de Lutecia, la ciudad la recuerda Julio césar que llegó en el 53 a. C.
Continuamente amenazado por los bárbaros este primer núcleo se translado a la Île-de-la-Cité y desde aquí se originó una continua expansión sobre las orillas del río. Residencia primero de los reyes merovingios y de los carolingios después, París llegó a ser la verdadera y propia capital en 987 cunado Hugo Capeto fundó una nueva y poderosísima dinastía. París vivió uno de sus esplendidos momentos entre 1180 y 1223 con la ascención al trono de Felipe II Augusto, se inició la construcción del Louvre y se fundó la Universidad. Bajo el reinado de Luis IX, el Santo, (1226-1270) se construyó la Sainte-Chapelle y se prosiguieron las obras de Notre-Dame. La dinastía siguiente, en cambio, la de los Valois, dio a París luto y guerras, desordenes y discordias civiles. Aunque Carlos V restableció momentáneamente el orden, continuaron siempre más enconadas las luchas entre armañacos y borgoñones a las que siguió la ocupación de Inglaterra con Enrique VI, coronado rey de Francia en 1430.
En 1437 Carlos VII retomó París pero la población siguió agotándose en las sangrientas revueltas que alternaban con las epidemias y las pestes. Si bien durante todo el siglo XVI los reyes prefirieron vivir en los castillos del Loira más que en la capital, no por ello cesaron las discordias que la dividían. La difusión del movimiento protestante originó la lucha religiosa que durante mucho tiempo azotó a París y a toda Francia, para culminar con la matanza de los hugonotes en la famosa noche de San Bartolomé (24 de Agosto de 1572). Después del asesinato de Enrique III (1589) la ciudad fue asediada durante cuatro largos años hasta que abrió sus puertas a Enrique IV convertido al catolicismo.
A comienzos del siglo XVII vivían en París más de trescientas mil personas. La ciudad alcanzó su mayor importancia bajo el poderoso cardenal de Richelieu y durante la nueva dinastía de los Borbones: en tiempos de Luis XIV, el rey del sol, la ciudad contaba con medio millón de habitantes. Pero París alcanzó su lugar en la historia a partir de 1789, cuando comenzó la revolución que señaló el nacimiento del mundo moderno.
Puede afirmarse que los largos años de terror, de pérdidas de vidas humanas, de daños irreparables a las obras de arte, pasaron al olvido con los nuevos espléndidos años del Imperio y la fastuosa corte que circundó a Napoleón coronado emperador en 1804. Entre 1804 y 1814 París se embelleció continuamente: se levantó el Arco de Triunfo, se erigió la Columna Vendôme, se amplió el Louvre. Después de la caída de otras monarquías, la de Carlos X y la de Luis Felipe Borbon-Orleans, nació la Segunda República. Subió luego al trono Napoleón III quien confió al barón Haussmann el proyecto de reestructuración urbanística de la ciudad. Se construyeron el mercado de Les Halles, el Bois de Vincennes y el de Boulogne, se edificó la Opéra y se retificó el trazado de las grandes avenidas.
En 1871 comenzó una nueva página triste en la historia de París: la Comuna (18 de Marzo - 28 de Mayo). Se perdieron muchos edificios ricos de historia y de belleza durante aquellos días de revueltas y de incendios, entre otros: el Ayuntamiento y el Palacio de las Tullerías. Con el nuevo siglo París conoció nuevos momentos de explandor: las Exposiciones Universales e Inetrnacionales, la construcción del Grand y del Petit Palais, el nacimiento de importantes movimientos artísticos, pictóricos y literarios. Desgraciadamente otras dos largas guerras se abatieron sobre la ciudad que sufrió bombardeos y ruina, caída en 1940 en manos del ejército alemán pero luego fue liberada por los aliados en 1944. Desde entonces hasta hoy, ciudad finalmente viva y libre, París conserva su rango en la historia de la cultura y de la humanidad.